El peligro latente del socialismo: Una amenaza que Argentina no debe subestimar

En mi opinión, regresar al kirchnerismo sería un error catastrófico para Argentina: un modelo populista de izquierda que generó inflación descontrolada, deuda insostenible y corrupción rampante, hundiendo al país en pobreza y aislamiento.

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Como observador internacional apasionado por la economía global y las dinámicas políticas en América Latina, aunque no soy argentino, he seguido de cerca la trayectoria de Argentina durante las últimas décadas. Mi interés surge de un análisis objetivo de modelos económicos que han funcionado —o fallado— en diferentes contextos mundiales, y no puedo evitar sentir una profunda preocupación al ver cómo algunos sectores nostálgicos evocan el regreso del kirchnerismo. Desde mi punto de vista, este modelo representa un retroceso peligroso hacia el populismo de izquierda que ha hundido a naciones enteras en ciclos de crisis perpetua. En contraste, el liderazgo de Javier Milei, con su enfoque radical en la libertad económica y la reducción del Estado, me parece no solo innovador, sino esencial para sacar a Argentina del abismo. Permítanme explicar, con detalles y argumentos basados en hechos observables, por qué el kirchnerismo es un riesgo inaceptable y por qué apoyo fervientemente la dirección que Milei está tomando.

El kirchnerismo, que dominó la política argentina entre 2003 y 2015 bajo Néstor y Cristina Kirchner, y que intentó resurgir en 2019 con Alberto Fernández, encarna un modelo de izquierda populista que prioriza el intervencionismo estatal por encima de la sostenibilidad económica. Uno de sus mayores pecados fue la inflación crónica: durante su apogeo, las tasas anuales superaron el 50% en varios periodos, culminando en picos cercanos al 100% en años recientes. Esto no fue un accidente; fue el resultado directo de políticas como la emisión monetaria descontrolada para financiar subsidios masivos, que distorsionaron el mercado y erosionaron el poder adquisitivo de las familias. Imaginen un país donde el salario mínimo pierde valor mes a mes, obligando a millones a depender de asistencialismo estatal: eso es lo que generó, con más del 40% de la población cayendo en la pobreza extrema, según datos del INDEC y organismos internacionales como el Banco Mundial.

Javier Milei, presidente de Argentina.

Otro aspecto devastador fue la explosión de la deuda externa. Bajo el kirchnerismo, Argentina acumuló obligaciones que llevaron a defaults repetidos, como el de 2014, y a reestructuraciones forzadas que aislaron al país de los mercados globales. La deuda pasó de niveles manejables a un lastre insostenible, con bonos soberanos depreciados y una reputación crediticia en ruinas. Como no argentino, veo paralelismos con otros países de izquierda populista, como Venezuela bajo Chávez y Maduro, donde similares políticas llevaron al colapso total. En Argentina, esto se agravó con el cepo cambiario, una medida que restringió el acceso a divisas extranjeras, ahuyentando inversiones y fomentando un mercado negro que beneficiaba solo a los conectados con el poder. El resultado: un estancamiento económico que duró años, con un PIB per cápita que cayó drásticamente en comparación con vecinos como Chile o Uruguay, que optaron por modelos más liberales.

La corrupción, endémica en el kirchnerismo, es otro capítulo que me indigna profundamente. Escándalos como los “cuadernos de las coimas” revelaron una red sistemática de sobornos en obra pública, involucrando a empresarios y funcionarios de alto nivel, incluyendo a la propia Cristina Kirchner, quien fue condenada por fraude en causas judiciales. Esta no era mera anécdota: era un sistema donde el Estado se convertía en un instrumento para el enriquecimiento personal, con contratos inflados y fondos públicos desviados. Como observador externo, esto me recuerda a regímenes autoritarios donde la izquierda usa el poder para perpetuarse, sacrificando la transparencia y el estado de derecho. El clientelismo político, con subsidios que creaban dependencia masiva, no solo perpetuaba la pobreza, sino que erosionaba la dignidad individual, fomentando una cultura de victimización en lugar de empoderamiento.

En contraposición, Javier Milei representa para mí una bocanada de aire fresco en un continente plagado de populismos fallidos. Su enfoque de derecha liberal, inspirado en pensadores como Milton Friedman y Friedrich Hayek, prioriza la libertad económica como motor de progreso. En menos de un año, Milei ha logrado reducir la inflación de niveles hiperinflacionarios —que rondaban el 200% anual— a tasas más controlables, alrededor del 4% mensual en los últimos reportes, mediante un riguroso ajuste fiscal y la eliminación de subsidios distorsionadores. Esto no ha sido fácil; ha requerido sacrificios, pero es el precio de corregir décadas de errores izquierdistas. Como alguien que valora la responsabilidad personal, admiro cómo Milei promueve el emprendimiento y la inversión privada, atrayendo capital extranjero que el kirchnerismo espantó con regulaciones asfixiantes.

Milei también combate la corrupción con una transparencia implacable, reduciendo el tamaño del Estado y eliminando ministerios innecesarios, lo que contrasta con el derroche kirchnerista que generaba déficits crónicos. Su visión rechaza el paternalismo estatal, empoderando a los individuos para que tomen control de sus vidas, en lugar de depender de subsidios que perpetúan la pobreza. En un mundo globalizado, donde la competencia premia la innovación, Milei posiciona a Argentina para competir, abriendo mercados y fomentando la autonomía económica. Para mí, esto es el antídoto perfecto al veneno del kirchnerismo, que fomentaba la dependencia y el aislamiento.

Regresar al kirchnerismo sería, en mi opinión, un suicidio colectivo. Significiría repetir un ciclo de hiperinflación, defaults y emigración masiva, con millones de argentinos huyendo de la crisis, como ya ocurrió en el pasado. La izquierda populista, con su énfasis en el control estatal y la redistribución forzada, ha demostrado ser un fracaso en Argentina y en otros países como Venezuela o Cuba, donde genera miseria en nombre de la “justicia social”. Como no argentino, pero como alguien que cree en los principios de libertad y mercado libre, apoyo incondicionalmente a Milei. Su coraje para romper con el statu quo es inspirador, y representa una oportunidad única para que Argentina se convierta en un faro de prosperidad en América Latina. No podemos permitir que el fantasma del kirchnerismo regrese; el futuro de Argentina depende de defender esta visión de libertad, antes de que sea demasiado tarde.

Autor

Yulier Suárez
Yulier Suárez

Editor de UHN Plus. Periodista cubano radicado en Groningen, Países Bajos. Especializado en la política de América Latina y Estados Unidos.

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