El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS, por sus siglas en inglés) ha firmado un contrato multimillonario con Boeing para adquirir seis aviones de la línea 737, destinados exclusivamente a operaciones de deportación de migrantes. Esta adquisición, valorada en casi 140 millones de dólares, marca un paso significativo en la expansión de las capacidades logísticas del DHS para la aplicación de políticas de inmigración, permitiendo a la agencia operar su propia flota aérea independiente de contratistas externos. El anuncio, revelado el 10 de diciembre de 2025, se enmarca en un contexto de fortalecimiento presupuestario para la enforcement de inmigración, aprobado por el Congreso como parte de un aumento masivo en fondos destinados a estas actividades.
La decisión representa una evolución en la estrategia operativa del DHS, que hasta ahora ha dependido en gran medida de servicios arrendados a compañías aéreas comerciales y contratistas privados para transportar a migrantes deportados. Con esta compra, la agencia busca mayor control, eficiencia y flexibilidad en sus operaciones, especialmente ante el volumen proyectado de deportaciones bajo la administración actual. El contrato no solo incluye la adquisición de las aeronaves, sino también el mantenimiento inicial y adaptaciones para vuelos de larga distancia, típicos en rutas desde centros de detención en Texas o Arizona hasta países de origen en Centroamérica o el Caribe.

El financiamiento para esta iniciativa proviene directamente de un incremento presupuestario sustancial para la enforcement de inmigración, aprobado por el Congreso en sesiones recientes. Este presupuesto, que asciende a miles de millones de dólares, refleja la prioridad política de expandir las capacidades de deportación, incluyendo no solo aviones, sino también personal, instalaciones y tecnología de vigilancia fronteriza. Según datos del DHS, en el año fiscal 2025 se han realizado más de 1,5 millones de deportaciones, un récord que supera los niveles pre-pandemia y que requiere una infraestructura robusta para sostenerse.

Expertos en políticas migratorias señalan que esta flota dedicada podría agilizar los procesos de remoción, reduciendo tiempos de espera y costos a largo plazo. Sin embargo, también genera preocupaciones sobre el impacto humanitario, especialmente en deportaciones masivas de familias y solicitantes de asilo. Organizaciones como la American Civil Liberties Union (ACLU) han criticado la iniciativa, argumentando que acelera remociones sin debido proceso, potencialmente violando derechos constitucionales. "Convertir el DHS en una aerolínea de deportaciones no resuelve problemas estructurales; solo acelera la separación familiar y el trauma", comentó un portavoz de la ACLU en respuesta al anuncio.
Desde el punto de vista económico, el contrato beneficia a Boeing, que enfrenta desafíos en su división comercial pero encuentra oportunidades en contratos gubernamentales. La compañía, con sede en Arlington, Virginia, ha visto un repunte en pedidos militares y de seguridad nacional, y este acuerdo se alinea con esa tendencia. Analistas de Wall Street estiman que podría generar ingresos adicionales por mantenimiento y servicios post-venta, valorados en decenas de millones anuales.
En el contexto más amplio de la política migratoria de Estados Unidos, esta adquisición subraya la continuidad de una agenda de enforcement agresiva. Bajo la administración actual, el DHS ha priorizado la expansión de operaciones frontizas y el uso de tecnología para detectar y deportar a migrantes indocumentados, con un enfoque en "deportaciones rápidas" que minimicen costos y tiempos judiciales. Críticos argumentan que esto erosiona protecciones para refugiados y asilados, mientras defensores lo ven como una medida necesaria para restaurar el estado de derecho.
