En una medida que busca restaurar un enfoque más agresivo en las fuerzas armadas de Estados Unidos, el presidente Donald Trump se prepara para firmar una orden ejecutiva que cambiará el nombre del Departamento de Defensa al Departamento de Guerra, su denominación original hasta 1947, como parte de una iniciativa para reforzar el "ethos guerrero" en el Pentágono.

Trump, quien ha priorizado la fortaleza militar durante su mandato, anunció que la firma ocurrirá este viernes en la Casa Blanca, en un acto que también otorgará al secretario de Defensa, Pete Hegseth, el título adicional de Secretario de Guerra. Esta decisión simbólica revivirá un nombre utilizado desde la fundación del país en 1789 hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se unificaron los departamentos de Guerra y Marina en el de Defensa para reflejar un enfoque posbélico en la prevención de conflictos.

¿Cuál es el significado histórico de este cambio? El Departamento de Guerra administraba las operaciones militares en un era de expansión territorial y guerras como la de Independencia y la Civil, antes de que el término "defensa" enfatizara la disuasión durante la Guerra Fría. Trump argumenta que el renombre restaurará un espíritu combativo en el Pentágono –el edificio sede en Virginia, con forma de pentágono y capacidad para 26.000 empleados–, alineado con su política de firmeza contra amenazas globales, incluyendo el narcotráfico desde regímenes como el chavista en Venezuela.

La orden ejecutiva incluirá actualizaciones prácticas, como renombrar la sala de prensa del Pentágono a "Anexo de Guerra" y modificar el sitio web oficial, acciones que no requieren aprobación congressional inmediata pero podrían enfrentar desafíos legales. Esta iniciativa forma parte de una serie de reformas militares bajo Trump, quien ha incrementado el gasto en defensa y priorizado la preparación para confrontaciones directas, exponiendo la necesidad de un ejército listo para actuar sin vacilaciones.

¿Implicará esto un giro en la doctrina militar estadounidense? Analistas ven en esto un mensaje de determinación, especialmente en tensiones con China y Rusia, donde Estados Unidos mantiene alianzas como la OTAN para contrarrestar expansiones territoriales. El cambio, aunque simbólico, refuerza la narrativa de Trump de un liderazgo fuerte que protege intereses nacionales sin concesiones.